En la muerte de Eduardo García de Enterría
Me cuesta escribir estas líneas, sobre quien en mi imaginario personal, y en el de muchos discípulos, era inmortal, como en realidad lo seguirá siendo a través de su obra, discípulos y, al final, como final también de una época siempre recordable, de quienes en la vieja Europa representaba un hombre integral, un arquetipo humano inigualable. Y no era comparable, por su generosidad, modestia, nobleza, por la lealtad que fiel a sí mismo en primer lugar, generaba a su alrededor y regalaba siempre. Tiempo habrá para ponderar su obra, impresionante, magnífica, una época del Derecho Administrativo y también del Público. Y lo harán plumas más cercanas a aspectos de su obra que la que yo represento, un discípulo más que tuvo la fortuna de conocerle ya en la…