Leopoldo Tolivar Alas: “Prudencia insolidaria”

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O Prof. Leopoldo Tolivar Alas (Universidade de Oviedo), integrante do Conselho de Catedráticos do IIEDE, publicou, na edição de 22/5 de “El Comércio”, de Gijón, Espanha, o artigo “Prudencia Insolidaria”. Confira a íntegra:

Prudencia insolidaria

«Su frío también me heló el corazón y me disparó conjeturas del cerebro ante esta situación que llaman pobreza energética»

Siempre relato, en esta columna, vivencias de tiempo atrás. Pero la pequeña historia de hoy es reciente, aunque me provoque mala conciencia por inacciones similares del pasado.

A veces ser prudente, timorato, temeroso de ofender o humillar, no es cosa buena. Las enciclopedias están saturadas de biografías de héroes, santos y otros personajes que destacaron por su arrojo sin miedo a otros condicionantes.

La anécdota que voy a contar, banal por mi reflexión, pero importante por no ser algo insólito en estos tiempos, tuvo lugar en Barcelona, el anterior fin de semana. En una mañana soleada, tras un largo paseo, me senté en un banco de una calle peatonalizada a disfrutar de la temperatura, de la alternancia de sol y sombra (y no me refiero al célebre copazo) y de la vida que transmitían los muchos viandantes de toda condición que pasaban por aquel lugar.

No tardé en percatarme de que, a tres o cuatro metros, en otro banco, estaba sentada una señora octogenaria, muy austeramente vestida y que desahogaba sus penas económicas, por teléfono, a alguna persona próxima, posiblemente de su familia. Nunca me han interesado las conversaciones ajenas, por las que muestro el mayor respeto, pero la mujer hablaba alto y la cercanía era evidente. Tampoco me sentí moralmente obligado a levantarme para no escuchar. Y por ello, como acabo de escribir, supe hasta qué punto las estrecheces dinerarias la obligaban a estar muchas horas en la calle «que, en estos días largos, está más caliente que mi casa, donde, si enciendo la calefacción, no como. Y la luz, no la enciendo». Su frío también me heló el corazón y me disparó las conjeturas del cerebro, ante esta situación que llaman de pobreza energética pero que, en este caso, era aún más grave. Me figuré que viviría sola, con una pensión mínima -de percibirla- y que cada día sería una meta de supervivencia para ella.

Si, en cualquier situación, escuchar en primera persona de estos sufrimientos tan extendidos no deja de ser triste y deprimente, el dolor y la cercanía con aquella persona se fue incrementando poco a poco. Y ello porque, a sus frases en castellano, sin catalanismos perceptibles, se unía, en ocasiones, un deje, un acento, que me es familiar desde que nací. Se me encendió la bombilla, la que la buena señora no podía ‘prender’ y comencé a sospechar que era asturiana; de nuestro extremo occidental. Pese a los años que llevaría en Barcelona, quizá desde muy joven, el oído me alertaba de que podíamos ser paisanos. La conversación, cada vez más lastimera, siguió y, en un determinado memento, se deslizó una expresión que se usa en toda nuestra geografía y, cuando ya no tenía duda de su procedencia, citó un topónimo que me resulta enormemente próximo.

En tres o cuatro minutos, los que tardó la señora en levantarse, me hirvió la cabeza. ¿Debía acercarme, decirle que yo también era asturiano y ofrecerme a ayudarla, siquiera mínimamente? Inversamente, ¿no la humillaría al tomar conciencia de que había oído sus problemas, entrando en su intimidad? Me bloqueé en la duda; el tiempo suficiente para que, como acabo de decir, se marchara de allí, dejándome muy mala conciencia. Tanta que, a la tarde, volví al mismo lugar por si tenía ocasión de reencontrarla y abordarla haciendo abstracción de lo ocurrido horas antes. Pero, como suele suceder, las segundas oportunidades no llegan a presentarse, con lo que me quedé con un profundo sinsabor, mezcla de mi cortedad y de una insolidaridad disfrazada de prudencia. Y no era la primera vez que algo así me ocurría. Rebobiné en la memoria y, con precedentes análogos, me sentí muy mal.

No sé si el examen final del amor, al que se refirió el místico de Fontiveros, tendrá lugar. Pero, de ser así, me temo que tengo agotadas todas las convocatorias.

Leopoldo Tolivar Alas é catedrático da Universidade de Oviedo, integrante da Real Academia de Ciências Morais e Políticas da Espanha e do Conselho de Catedráticos do IIEDE.

Publicado originalmente em “El Comercio” de 22/05/2022.

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